Si vuelve, decidle que me marché.
Con la cabeza alta,
por lo que fui, por lo que seré.
Que me perdí en el horizonte.
Que pregunte a los ceniceros,
a los montones de latas,
al hielo de los cubatas.
Que me busque en mis desvelos.
Fui funambulista en la locura.
Apuñalado por las dudas,
perseguido por las bestias.
Intentos fallidos de sepultura.
Me tejí unas alas de plumas negras,
para que la nostalgia y las heridas,
no vuelvan a ensuciarlas, a romperlas.
Para así alcanzar cumbres más altas.
Me enredé en piernas de mujeres
que no aportaban nada.
Ahora me afeito con los puñales,
que ella clavó en mi espalda.
Regalé orgasmos al odio,
el miedo me suplicó.
Golpeé al tiempo, por ver cuanto tardaba en sanar,
obligué al olvido a recordar.
Pagué unos platos rotos
que ni siquiera ví.
Culpable de los daños
de otros que ya estuvieron allí.
Si vuelve advertirle que dirán:
que hago armaduras a medida
y yo luzco una nueva.
Que camino con media sonrisa.
Que planeo una vendetta,
que tengo un arma secreta.
Que la soledad es mi amiga
y nadie sabe lo que pienso.
Que no grito, susurro.
Que guardo un secreto,
un corazón destrozado,
un corazón zurcido.
La calma en la tormenta,
una bofetada de certeza,
nadie sabe que esconde su mirada.
Sigue atado al mástil y “que sea lo que dios quiera”.
Que me reí de los dioses,
del azar, de la casualidad.
Un póquer de ases,
un principio de felicidad.
Si vuelve, decidle que me marché.
Me verá por la calle,
se cruzará con mi mirada,
pero allí yo ya no estaré,
no como ella me recordaba.