4.- Noche de cervezas

Habían pasado ya algunos meses de esa fiesta y…efectivamente la había vuelto a ver, pero de forma muy distinta. Al parecer, frecuentábamos los mismos locales, por lo que era inevitable que nos viésemos, pero siempre cumplíamos el mismo ritual. Ella me miraba y tímidamente me hacía un gesto con la mano en forma de saludo, yo la miraba, sonreía y le sacaba la lengua, después cada uno volvía a centrarse a la conversación que tuviésemos. Supongo que sin el aislamiento de nuestras amistades no teníamos el valor suficiente como para acercarnos y hablar un rato.

Así había sido siempre hasta que una noche me encontré con María, una amiga que para mi es como una hermana…como adoro a esa pequeña mal hablada. Estábamos en un pub hablando mientras nos tomábamos unas cervezas, ella entró y el ritual se volvió a repetir, ella hizo el gesto con la mano y yo sonreí y le saque la lengua, con la diferencia que esta vez, me quedé mirando más tiempo de la cuenta, lo que hizo que María se diese cuenta y sacase su lado más cotilla.

– ¿La conoces?-Preguntó de forma curiosa

– Bueno…hablamos una vez, en una fiesta…no creo que se acuerde- contesté titubeante.

– Yo sí, espera.- No me dio tiempo a reaccionar cuando me di cuenta María ya estaba allí hablando con ella, riéndose, cuando de repente me señaló, yo intenté disimular como si no fuese a mi a quien señalaba, pero fue en vano. Ví como Casandra asentó con la cabeza y las dos venían hacia mi. Las manos empezaron a sudarme, no sabía como reaccionar ¿Actuaba como si ya la conociese? ¿Era mejor empezar de nuevo? ¿Cómo reaccionaría ella? No me dio tiempo a pensarlo cuando escuché decir a Maria:

– Ves, con este es con el que he venido ¿os conocéis? –Pregunto de forma muy directa

– Ehh ¿si?- respondí

– No- contestó Casandra de forma rotunda

– Bueno pues esta es Casandra. Casandra este es tonto, pero lo puedes llamar Ángel- Nos dimos los dos besos reglamentarios que se da cuando te presentan a alguien. Se hizo un silencio incomodo y fue María la que exclamó- ¡Madre mía! Vaya dos, voy a pedir algo, ¿qué queréis?

– Cerveza- contestamos los dos casi a la vez. Guardamos silencio mientras veíamos como María se acercaba a la barra. Cuando dije:

 

cervezas

 

– Así que no me conoces- Dije con cierto sarcasmo.

– Una conversación en medio de una fiesta no se puede llamar conocer a alguien ¿ verdad?

– Touché- le dije sonriendo y añadí- Bueno eso tiene solución… corre apunta-le dije mi numero de teléfono rápidamente, ya que María volvía con las cervezas y ella aprisa saco el móvil y lo anotó.

– Ya estas con el móvil- le reprochó María a Casandra.

– No seas anda, me estaba hablando de su blog no seas quejica- dije yo mientras Casandra me miraba con cara de sorpresa por lo que acaba de decir.

– Es que en cuanto te descuidas… coge el móvil y se mete en su mundo, por cierto nena, ¿Cómo te va el blog? Me dijiste que ahora tenías muchas más visitas.

– La verdad es que sí- Afirmó Casandra- me aconsejaron que le diese un pequeño cambio al blog, que mirase en otros blogs de moda e hiciese lo contrario, además que me inventase combinaciones, y eso hice, invente combinaciones entre cosas de alta costura con cosas de tribus urbanas- dijo mientras me miraba furtivamente.

– Tiene que ser alguien inteligente el que te dio ese consejo- dije yo entre risas.

– Sí…bueno, la verdad que el consejo no me vino nada mal, ahora una revista me ha contratado y escribo en ella, mientras lo compagino con mi blog- dijo con ilusión.

– ¡No jodas!- exclamó María- dime, ¿Qué revista es?

En ese momento ellas dos monopolizaron la conversación, así que me mantuve callado e intentando prestar atención a lo que decían, aunque la verdad, no tenía ni idea de que estaban hablando. Así fue el resto de la noche, ellas no paraban de hablar, yo de vez en cuando, hacia algún comentario para demostrar que las escuchaba o lanzaba una pregunta absurda para hacerlas reír y que me explicasen algún detalle que hacía como que lo había entendido cuando no era así.

Al llegar a casa, ya de madrugada, mi móvil vibró. Lo saque del bolsillo de mi pantalón, era un mensaje que decía: “Esto no tiene gracia si tu no tienes mi número. Casandra”. A partir de ese momento, hablaríamos todos los días mediante mensajes y llamadas simplemente por el hecho de hablar. Días después quedaríamos en una pequeña cafetería situada en el centro que nosotros pasaríamos a llamar “donde siempre” y que usaríamos para pasar las horas muertas hablando de cualquier cosa y poco a poco, vinieron las cenas, quedar para ver una peli… Tres meses después, el primer beso de muchos hasta ese sábado de Septiembre.

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